Un vuelo humanitario que terminó en tragedia evitada
Lo que parecía un vuelo más entre Baures y Trinidad, en el norte de Bolivia, se transformó en una historia de supervivencia que le dio la vuelta al mundo. A bordo de una pequeña avioneta viajaban el piloto, tres mujeres y un niño de seis años.

“Perdimos potencia en el aire”
El piloto, Pablo Andrés Velarde, de solo 27 años, contó que a mitad de la ruta el motor perdió potencia. “No pude hacer nada para recuperarla. Busqué un lugar para aterrizar de emergencia y abrí las puertas mientras caíamos”, explicó desde el hospital.

Aterrizaje forzoso… junto a un nido de caimanes
La avioneta terminó estrellándose en un pantano, a pocos metros de un nido de caimanes. El combustible derramado contaminó el agua, y según Velarde, el fuerte olor mantuvo a los animales alejados… al menos lo suficiente.

36 horas atrapados, mojados y sin poder moverse
El grupo pasó un día y medio sobre el fuselaje del avión, con el agua hasta las rodillas, sin posibilidad de nadar ni de caminar por el terreno blando. “No podíamos irnos por las fieras”, dijo el piloto. Durante ese tiempo, se alimentaron con harina de yuca y chocolate que lograron recuperar del avión.

“Todos lloramos de felicidad”
Una de las pasajeras, Mirtha Fuentes, declaró: “Estábamos vivos. Con moretones, pero vivos. Gracias a Dios y a la inteligencia del piloto”. Cada vuelo que pasaba por arriba les daba esperanza, pero ninguno los detectaba. El clima dificultaba la búsqueda.

El rescate llegó de la mano de pescadores
Finalmente, la madrugada del viernes, unos pescadores locales avistaron al grupo y dieron aviso. La Fuerza Aérea Boliviana acudió con un helicóptero y los trasladó a Trinidad para recibir atención médica.

Un milagro… y una gran lección
El presidente de Bolivia, Luis Arce, agradeció el trabajo de rescate y confirmó que todos estaban a salvo. Y para muchos, esta historia no solo es un milagro, sino un recordatorio: de que el peligro puede aparecer incluso en vuelos cortos, y de que estar preparado, mantener la calma y actuar con inteligencia puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte.